Por Antonio Andrés Díaz Cantón
Licenciado en Geografía e Historia
Tras el luctuoso incendio de la madrugada del Jueves Santo de 1996 en la Catedral almeriense, y comprobarse que finalmente aunque con muchos daños, los Sagrados Titulares de la Cofradía de Estudiantes, pasos y demás enseres más o menos por allí estaban, se percibió que gracias a que el Paso de Misterio del Prendimiento, que por esa época se colocaba contiguo al Paso de Misterio de la Oración de la Corporación Estudiantil en el fondo del Trascoro catedralicio, y que era de orfebrería (metal), relentizó el que el incendio siguiera avanzando, afectando en esas horas de las ocho de la mañana al cancel de la Puerta de los Perdones y al propio Prendimiento, aunque también quedó afectada en cierta manera la Oración por la caída de las pavesas incendiadas y las afecciones de la policromía de las imágenes por el exceso de calor. E igualmente el palio y cola del manto así como las partes expuestas de la policromía de Nuestra Señora del Amor y la Esperanza también se vieron afectados por las excesivas temperaturas alcanzadas y por la caída de las mencionadas pavesas y cenizas, además del resto de enseres que se encontraban en la Capilla del Carmen y afectados en menor medida por la relativa distancia a los focos de ignición, viéndose implicados sobre todo tejidos y bordados.
Con estos antecedentes, dos hermanos de Estudiantes, concretamente Antonio Salmerón Gil y Antonio Luis Pelegrín Pradas proyectan una idea para que se viera reflejada en la realización de un elemento en el Paso de Misterio que simbolizara y recordara esa pervivencia y sobrevivir al fuego, que para lo que algunos designan como azares de la vida, para los hombres con fe son los inescrutables designios del Señor. A esto tenemos que añadir que ya por esas fechas se estaba gestando el proyecto de realizar un llamador para el Paso de Misterio de la Oración en el Huerto, por lo que la confluencia lógica fue que el elemento simbólico de la supervivencia al fuego, que mejor que el llamador para reflejarlo simbólicamente. Y fueron estos dos hermanos de Estudiantes los que diseñaron y proyectaron la idea en consonancia con la línea neobarroca del paso y queriendo también dejar constancia del agradecimiento a la Divina Providencia por la protección constante que para esta Hermandad es objeto, y en particular, por haber evitado en parte que los cuantiosos daños sufridos en el infausto incendio hubieran sido además irreparables. Por ello el llamador presenta una curiosa figura que descansa sobre los familiares acantos de la estética barroca. Se trata de una salamandra. Y su presencia se debe a la iconología, ya que desde antiguo se utilizan imágenes de animales y elementos de la naturaleza como símbolos de ideas y sentimientos. Y la salamandra representa iconológicamente o el fuego y la calcinación, o a la supervivencia a las catástrofes; y en el Cristianismo a la salvación del fuego infernal, a la virtud que supera toda dificultad e incluso al Espíritu Santo. Y todo ello debido a la creencia popular que este anfibio urodelo es capaz de vivir entre llamas o al menos de escapar de la quema, debido quizá al grado de humedad que es capaz de condensar sobre su piel.
Este es el motivo por el que semejante animal fue elegido para simbolizar nuestro agradecimiento por el don que ha supuesto el haber sido librado de las llamas.
Tendrían que pasar unos cuatro años para que el hermano de nuestra Corporación Estudiantil, Antonio Andrés Díaz Cantón, por entonces Secretario General de la Hermandad, por motivos profesionales y personales se desplazara a la localidad sevillana de Estepa durante las fechas del puente de la Inmaculada del año 2000, donde unos arqueólogos compañeros suyos estaban realizando unas excavaciones arqueológicas en el Cerro de San Cristóbal sobre la prehistórica Ostipo tartésica. Con ellos colaboraba en las tareas de dibujo tanto del registro arqueológico como de su cultura material Eusebio Rico, un escultor y artista estepeño en el más sentido amplio del término. Aprovechando la coyuntura Antonio Andrés le manifiesta sus inquietudes cofrades y la intención de la idea para el proyecto de un llamador, y Eusebio Rico se compromete a realizar un dibujo y diseño de dicho llamador con la información y datos aportados. Finalmente nos presentó un dibujo y diseño de dicho llamador con la salamandra como cuerpo del mismo y las patas delanteras apoyadas sobre una roca a modo de yunque donde efectuar el golpe, y con la cola un tanto elevada y rampante.
El dibujo y diseño es presentado tanto a los miembros de la Junta de Gobierno como a los creadores de la idea, gusta bastante pero se aprecian algunas modificaciones necesarias, la cola del urodelo debe de descansar sobre el elemento soporte del llamador y de la salamandra, ya que podría ser un inconveniente de posibles enganches y agarrones, e incluso se ve conveniente que la cabeza del animal gire en un escorzo lateral presentándola de frente al espectador, haciendo más espectacular si cabe la pieza. Incluso se llega a plantear la posibilidad de que los ojos sean unas piedras semipreciosas, barajándose la posibilidad de que sean dos azabaches engarzados. Finalmente se aprueban las dos primeras modificaciones y se desecha el tema de los ojos debido a que el joyero y hermano de la Corporación Eucarística de la Santa Cena, Juan Sánchez (que en paz descanse) nos aconsejó que siempre darían muchos problemas ya que con los golpes del llamador terminarían desencajándose de su engarce por muy sujetos que se realizasen.
En el otoño de 2001 en una visita que se realiza a los talleres sevillanos de Orfebrería Andaluza – Manuel de los Ríos e Hijos, por parte de varios hermanos de nuestra Corporación encabezados por el en esas fechas Prioste General y posterior Hermano Mayor, Antonio J. Artero Delgado y el Secretario General, Antonio Andrés Díaz Cantón, entre otros cofrades, se le presenta al maestro orfebre, Manuel de los Ríos Navarro, la idea y diseños previos incluido el dibujo y proyecto de Eusebio Rico, conjuntamente con las modificaciones ya comentadas del llamador. Para las Navidades de ese mismo año se nos presenta un dibujo y diseño del maestro orfebre, incluyendo las modificaciones sobre la salamandra pero apoyada sobre los elementos propiamente funcionales del llamador, repujado y sobredorado el conjunto en fundición de bronce, y en un estilo más neobarroco en consonancia con el propio estilo del Paso de Misterio, incluyéndosele la leyenda “IN IGNE VIVO” en la base , cuya autoría pertenece a Antonio Luis Pelegrín Pradas, y encargándosele por tanto a dicho taller la realización del mismo.
Tendría que ser ya para el año 2002 cuando una familia de hermanos, que con su deseo de permanecer en el anonimato, van a sufragar y financiar el gasto del proyecto y ofrecer el llamador como donativo a la Hermandad. Y por tanto para el Miércoles Santo de 2003 el llamador se convierte en una realidad estrenándose en su paso y siendo utilizado por el capataz titular del Paso de Misterio José Enrique Montañés Quero.
Y para finalizar añadiremos, haciendo nuestras las palabras que Antonio Luis Pelegrín Pradas (2003) publicaba en su artículo titulado “In Igne Vivo” en el Boletín informativo Oración y Esperanza de nuestra Hermandad de la Semana Santa 2003: “Que la salamandra que adorna el frontal del Paso de Jesús de la Oración, sea símbolo no solo de unos bienes materiales que se salvaron ya de un lejano incendio, sino también de un espíritu de hermandad que sabe salir victorioso en medio de las dificultades, con el esfuerzo de todos y el reconocimiento de las aportaciones de cada uno de los hermanos”.
BIBLIOGRAFÍA:
PELEGRÍN PRADAS, A.L. (2003). “In Igne Vivo”. En Boletin Informativo Oración y Esperanza nº , Ed. COFRADÍA de Estudiantes de Almería. Almería. Pp.
DIAZ CANTON, A. A. (2007). “El por qué de IN IGNE VIVO”. 1ª y 2ª Parte. Blog In Igne Vivo . Publicadas el jueves y viernes 18 y 19 de octubre de 2007 respectivamente. Administrador: Carlos Ángel Galisteo Jiménez.
DÍAZ CANTÓN A.A. (2008).- “In Igne Vivo – Librado del fuego”. En: Boletín Oración y Esperanza. Nº 36. Ed. Cofradía de Estudiantes. Almería. Pp. 87-91.
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